Ya no quiero que mi mundo se desmorone
“Me volví más y más fría con él, estaba buscando una forma segura de dejarlo, y él se obsesionó cada vez más y más conmigo. Tenía miedo de dejarlo. Me prometió que nunca estaría en paz si lo abandonaba.
Era una persona inteligente y sabía que algo había cambiado en mí. Me llevó a un lugar abandonado con la excusa de que daremos un paseo junto a la playa. Con mucha calma, me preguntó si tenía alguna intención de dejarlo. Con mucha calma, me preguntó si todavía estaba feliz con él. Con mucha calma, me pidió que fuera honesta con él, para que hablemos de lo que estaba pasando.
En ese momento pensé que sería mejor ser honesta con él y tal vez podríamos hablar como dos personas adultas. Creí en él, volví a confiar en él, deseé que pudiera entenderme. Lo he visto hablar con tanta calma que me eché a llorar y le reconocí que no podía seguir así.
No puedo seguir siendo una prisionera en mi propia vida, no podría aceptar una vida como esa, no deseo una vida como así, donde necesito caminar por la vida con la cabeza agachada por culpa de sus celos. Le admití que no puedo consentirle que me siga engañando con tantas mujeres, admití que no puedo seguir siendo maltratada de esta manera, física y emocionalmente.
En ese preciso momento, cuando escuchó esas palabras se pudo ver la rabia en su rostro, en sus ojos. Inmediatamente lamenté cada palabra que acababa de decir, pero era demasiado tarde.
¿Recuerdas en la primera parte de esta historia cuando mencioné que practicaba él boxeo? En ese momento, yo era su saco de boxeo.
Abusó de mi debilidad hasta que no pude soportarlo más. Era un lugar abandonado, por lo que los gritos no servían de ninguna ayuda. Tenía esperanza, deseaba que se detuviera, pero no lo hizo. Hasta que no le juré, frente a una iglesia que no lo iba a dejar, no se detuvo. Me amenazaba con pegarme cada vez que me vea si no le juro eso.
Me fui luego a mi casa y traté de cubrir todos los moratones con ropa ancha y mucho maquillaje. Durante el verano, era insoportable, pero tenía miedo de ir a hablar con alguien. Incluso tenía miedo de contárselo a mis padres, temía por mí misma y también temía lo que pudiera pasarles a ellos. Conocía a mucha gente, y no necesariamente buenas personas.
Más de diez años pasaron ya y todavía tengo pesadillas con él donde sueno que intenta secuestrarme. Para mí, se convirtió en un monstruo, estaba viviendo en una pesadilla y no podía salir de ella.
Empecé a ir todas las semanas a la iglesia y a rezar para que Dios me ayude a escapar de él y vivir una vida normal. Irónico, ¿no?
Me hizo ir con él a todas partes y hacer todo lo que quisiera. Tuve que mentir a mis padres porque no podía decirles que estaba con él. Estaba desesperada. Me sentía sin esperanza y derrotada.
Me seguía diciendo cada vez que, si yo decidía dejarlo, él me iba a perseguir a todos lados y me cortará la cara para que me quede con una cicatriz para toda mi vida y nadie iba a amarme nunca más. Me decía cada vez que, si decidía dejarlo, pagaría a unos gitanos para que hagan daño a mis padres y así nadie iba a descubrir que fue él.
No pude aguantar más ese dolor, no pude soportar más el miedo, la pesadilla en la que despertaba todos los días, me arriesgué y fui a hablar con mi padre.
Todo mi mundo se desmoronó en ese preciso momento y se lo conté todo, me vine abajo. Tenía miedo, estaba preocupada por lo que vendrá, ni siquiera soy capaz de recordarme.
Mi padre es un hombre muy imponente y cuando habla todo el mundo lo escucha. Fue y tuvo una conversación seria con él. Después de eso, tuvo otra conversación con los dos y me preguntó frente a él si realmente deseo no volver a verlo nunca más, si realmente lo quiero fuera de mi vida para siempre.
Inmediatamente dije que sí, sin pensarlo dos veces, y él se fue. Pensarás que este es el final de la historia, y fue como el comienzo del fin empezó. Los dos años que siguieron, me seguía a todas partes, me insultaba, me llamaba nombres, me tiraba con diferentes objetos en la cara si me veía por la calle.
Después de dos años, comencé la universidad y pude comenzar una nueva vida lejos de él, muy lejos. Pero las cicatrices, las que quedaron por dentro y las que quedaron por fuera, siguen estando ahí. Y seguirán estando hasta que deje este mundo”.
Estoy aquí ahora mismo, continuando esta conversación con esa amiga. Puedo decir que ahora mismo estoy sin palabras. No tengo tantas cosas que decir por qué no sentí las cosas que ella ha sentido, no experimenté el trauma que ella experimentó, no tuve esos sentimientos de sentir miedo por su propia vida y la vida de sus seres queridos.
Solo veo las cosas desde el exterior y debo admitir que estoy impresionada y conmovida. Estoy conmovida por su historia, estoy impresionada por su fortaleza para continuar, estoy impresionada por su deseo de vivir su vida de la manera que ella quiso y no querer seguir estando encerrada en una jaula, estoy impresionada por su poder, su voluntad de querer seguir confiando en las personas.
Todos cometemos errores en todas las etapas de nuestra vida, pero lo más importante es aprender algo de esos errores y no volver a cometerlas dos veces. ¡Todos tienen derecho de ir en busca de su felicidad!
¿Cuál es tu historia?
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Story nr. 14 – part two – Journey with Mada
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